David Alfaro Siqueiros/ “Nueva
Democracia/ Palacio de Bellas Artes
Hace –más de- 100 años se inició en
México un movimiento armado que tenía como finalidad deponer al dictador que no
había querido dejar el poder por otros medios. Décadas anteriores a la
revolución, durante el movimiento mismo y en los primeros años de paz, hubo
aspiraciones profundas de justicia social porque era de lo que más había carecido
la mayor parte de la nación. Las esperanzas de las mayorías las interpretaron
intelectuales y artistas que dejaron constancia en pinturas, murales, obras de
Historia y literatura. Los compositores hicieron bellas piezas musicales y la
garantía de que no sólo serían ilusiones, fue la constitución política de los
Estados Unidos Mexicanos.
El año de 1917 en que se redacta la
constitución, es crucial para México y
para muchos otros lugares en el mundo. Es época de guerras y de conflictos
ideológicos: liberalismo, comunismo, anarquismo, todo frente a dictaduras,
monarquías e imperios que estaban por derrumbarse para que surgieran otros.
Los años posteriores a la lucha
armada no podrían haber sido de tranquilidad y satisfacciones, debido a
la pasada etapa de anarquía y destrucción de la economía y a los ajustes
políticos que aún subsistían. No obstante, aún no resueltos los diferendos, la
constitución ya estaba redactada y su espíritu recuperaba el compromiso de dar
cumplimiento a las necesidades que reclamaba la revolución.[1]
Tal como lo plantea El Fisgón en su
libro “LA DEMOCRACIA ME DA PEÑA: EL PRI Y SUS FRAUDES” el dulce sabor de boca que dejó a los
mexicanos la promulgación de la Constitución de 1917, fue bastante efímero,
puesto que una vez que se hicieron las elecciones y tomó el poder el partido
político que actualmente se conoce como el PRI, la constitución comenzó a ser
violada. Lo que inició como un partido que defendía ideales liberales,
rápidamente se dejó llevar por el capitalismo, de este modo algunos de los que
se encontraban en el poder, no buscaban el Estado Benefactor*, sino satisfacer
sus propios intereses, explotando al pueblo, un pueblo lleno de represión,
miedo, pobreza e ignorancia.
A lo largo de la historia política de
México después de la Revolución, encontramos que esta se ha vuelto cada vez más
algo así como un sector privado de la sociedad, es notable la falta de
transparencia y rendición de cuentas por parte de gobernadores y presidentes del
PRI. De acuerdo con lo que nos plantea El Fisgón, la estrategia de los
políticos ha sido muy despreciable, sucia e injusta. Incluso cuando el PAN era
el partido político a cargo de la presidencia, el PRI logró hacer que éste se
“entregara” a sus términos y condiciones, puesto que el PAN no tenía
experiencia en tal ámbito y además se encontraba en una total desventaja, ya
que el resto de los cargos políticos estaban ocupados por militantes del PRI.
El PRI ha sabido cómo prevalecer en
el poder e, insisto, todas sus jugadas
están muy bien planeadas, de modo que ellos son todos unos estrategas, lo vimos
en el 68 con la matanza de Tlatelolco, en el 71 con el halconazo, en el 94 con
el uso de grupos paramilitares contra el EZLN, en el 97 en Acteal, en el 2005 en
Atenco, en el 2015 en Ayotzinapa, y en
muchos otros casos que no cuentan con demasiada documentación e impacto social.
Hemos sentido su gran poderío a lo largo de aproximadamente tres décadas
actuales, con el surgimiento de cárteles delictivos, narcotraficantes que se
han encargado de realizar algunos “favores” a los políticos a cambio de poder
ejercer libremente por todo el país.
En resumen, de acuerdo con lo leído
en el libro “LA DEMOCRACIA ME DA PEÑA: EL PRI Y SUS FRAUDES”, se puede
concluir que en el ámbito político y económico, se obtuvo como resultado de la
Revolución tuvimos la continuación del capitalismo y la introducción del
neoliberalismo, dejando una economía delicada y dependiente, mientras que la
política se volvió un terreno hostil y privado[2]
Metiéndonos un poco más al estudio de
las consecuencias socioeconómicas de la Revolución, veremos los resultados de
la reforma agraria.
La reforma agraria mexicana ha sido
un proceso complejo y prolongado. La reforma tuvo su origen en una revolución
popular de gran envergadura, y se desarrolló durante una guerra civil. El Plan
de Ayala, propuesto por Emiliano Zapata y adoptado en 1911, exigía la
devolución a los pueblos de las tierras que habían sido concentradas en las
haciendas. En 1912 algunos jefes militares revolucionarios hicieron los
primeros repartos de tierras. En 1915 las tres fuerzas revolucionarias más
importantes, el constitucionalismo, el villismo y el zapatismo, promulgaron las
leyes agrarias. La atención al pedido generalizado de tierras se convirtió en
condición de la pacificación y del restablecimiento de un gobierno nacional
hegemónico: la constitución de 1917 incluyó el reparto de tierras en su
artículo 27. Desde entonces, y con sucesivas adecuaciones hasta 1992, el
reparto de tierras fue mandato constitucional y político del Estado mexicano.
Dicho reparto sigue siendo prerrogativa del Estado si se concibe la reforma
agraria como un concepto más amplio que la mera distribución de la propiedad.
Durante el largo período que se
extiende de 1911 a 1992 se entregaron a los campesinos algo más de 100 millones
de hectáreas de tierras, equivalentes a la mitad del territorio de México y a
cerca de las dos terceras partes de la propiedad rústica total del país. Según
las Resoluciones Presidenciales de dotación de tierras, se establecieron unos
30 000 ejidos y comunidades que incluyeron 3,1 millones de jefes de familia,
aunque según el último Censo Agropecuario de 1991 se consideraron como
ejidatarios y comuneros 3,5 millones de los individuos encuestados. A fines del
siglo XX, la propiedad social comprendía el 70 por ciento de los casi 5
millones de propietarios rústicos y la mayoría de los productores agropecuarios
de México.
Las cifras agregadas reflejan la
amplitud del prolongado reparto institucional de las tierras, pero no hacen
justicia al complejo papel de la reforma agraria a nivel de toda la nación. La
estabilidad, gobernabilidad y desarrollo de México en el siglo XX se
sustentaron en dicha reforma y permitieron la construcción de un país
predominantemente urbano, industrial y dotado de un importante sector de
servicios. Pero la reforma agraria no logró el bienestar sostenido de la
población, y los individuos a los que llegó viven hoy en una pobreza extrema.
El desarrollo rural y agropecuario fue incapaz de responder eficaz y
equitativamente a la transformación demográfica y estructural del país.
De resultas del crecimiento explosivo
de la población mexicana durante el siglo XX, además de otros factores
estructurales, el sector rural reformado quedó relegado a una posición cada vez
más marginal. La población rural equivalía en 1960 a la mitad de la población
del país; poco más del 50 por ciento de la población se encontraba ocupación en
las labores agropecuarias. Esta proporción descendió al 25 por ciento en el año
2000. En ese año, más de la mitad de la población nacional vivía en ciudades de
más de 100 000 habitantes, y el 75 por ciento de la población estaba empleado
en los sectores secundario y terciario de la economía. La urbanización de la
población estaba avanzada y era irreversible, pero quedaba una importante
minoría campesina en condiciones de pobreza extrema, rezago y frustración. El
progreso tocó marginalmente el campo pero no arraigó en él.
Entre 1940 y 1965 el crecimiento de
la producción agropecuaria superó al crecimiento de la población nacional
debido principalmente a la incorporación al cultivo y al uso agropecuario de
las tierras que habían sido repartidas. El riego, el crédito, la mecanización,
el uso de insumos agroquímicos, y en especial los precios administrados y la
compra de las cosechas por el Gobierno - elementos en los que se hizo patente
la diligencia del Estado -, pesaron menos que el esfuerzo de los campesinos por
extender los cultivos hasta las fronteras de las tierras reformadas. En este
período fue fundamental el autoconsumo de las familias campesinas de alimentos
producidos con un alto coeficiente de mano de obra y escasos insumos
comerciales. La producción de autoconsumo aportaba no sólo seguridad
alimentaria sino también autonomía para reproducir las condiciones de
existencia tradicionales. Importante era el ingreso monetario obtenido sobre
todo por la venta de la fuerza de trabajo; pero la proporción de los alimentos
comprados con ese ingreso era relativamente pequeña y menor de la que se
obtenía con el autoconsumo.
El deterioro progresivo pero
acelerado del sector rural se prolongó hasta 1992, cuando fue posible alcanzar
un consenso suficiente, aunque distante de la unanimidad, para reorientar y dar
dinamismo al desarrollo rural, y combatir la pobreza, el atraso y la
marginación. La primera etapa de ese proyecto de reorientación de largo alcance
fue la reforma del artículo 27 Constitucional en materia agraria, así como las leyes
reglamentarias derivadas. La nueva versión del artículo se promulgó el 6 de
enero de 1992, y unos meses más tarde se promulgó la Ley Agraria y la Ley
Forestal[3]
Los cambios suscitados a raíz de la
Revolución se reflejaron también en el terreno artístico. Desde las
postrimerías del Porfiriato, algunos alumnos de la Escuela Nacional de Bellas
Artes se habían rebelado en contra de la
rigidez académica inculcada por esta institución, buscando alternativas en
corrientes pictóricas relativamente novedosas, como el impresionismo. Dicha
inconformidad llegó a dar por resultado protestas que provocaron la huelga, y
la disidencia con respecto a la Academia, la cual generó nuevas propuestas,
como las escuelas al aire libre.
Un suceso muy significativo en
relación a lo anterior, tuvo lugar cuando en 1910, con motivo de las fiestas
del Centenario de la independencia, se inauguró una exposición de pintura
española. Como protesta, estudiantes de la Academia de San Carlos mostraron una
exhibición de obras de artistas mexicanos, costeada por ellos mismos.
Durante la Revolución, en la que
participaron activamente algunos futuros muralistas, terminaron de fraguar los
lineamientos del movimiento plástico. Entre ellos podemos citar la necesidad de
creaciones artísticas colectivas, que en la etapa posrevolucionaria, al
influjo del avance de las ideas
socialistas y comunistas en el mundo, dio lugar a la formación del Sindicato de
Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios de México.
Asimismo encontramos la inquietud por
producir obras comprometidas socialmente con la realidad nacional, dirigidas al
pueblo en general, en contraposición con el individualismo exquisito imperante
en la etapa previa, que se ocupaba de los temas complacientes y
extranjerizantes destinados al disfrute
de las élites.
Surge así la intervención de un personaje determinante en el proceso,
José Vasconcelos, rector de la
Universidad Nacional en 1920, y primer ministro de la recién establecida
Secretaría de Educación Pública, se dio a la tarea de reunir artistas y
seleccionar espacios públicos, en los que se desplegaría el nuevo movimiento
pictórico.
Este respondería a los propósitos de
conformar un arte nacional, tarea emprendida de manera desigual desde la
Independencia. Además debía adoptar un carácter
monumental que satisficiera los requerimientos didácticos en consonancia con la
política de educación federal propugnada por la recién creada Secretaría. Para
ello, se debía contar con apoyo gubernamental, otorgado por Vasconcelos.
En cuanto a los artistas, convenció a
pintores destacados que a la sazón se encontraban en Europa aprendiendo las
grandes enseñanzas de los grandes muralistas del pasado, a la vez que conocían
las tendencias vanguardistas de entonces, de colaborar con él en el magno proyecto.
Tal es caso de Diego Rivera y David
Alfaro Siqueiros, a los cuales se sumó muy poco después José Clemente
Orozco quien, aunque no había tenido la oportunidad de viajar al Viejo
Continente, contaba ya con una sólida trayectoria. [4]
Actualmente, como consecuencia de la
revolución mantenemos los ideales de lucha que impulsaron aquel movimiento. El
máximo exponente que tenemos de ello es el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional.
Gracias a la Revolución Mexicana,
tuvimos durante cierto periodo de tiempo el petróleo, la electricidad y el
desarrollo de la cultura en nuestras manos, sin embargo hoy con las reformas
impulsadas por EPN, la iniciativa privada está tomando todo lo que por
legitimidad le pertenece al pueblo
Creo que hacer un análisis de cualquier periodo de la
historia, nos ayuda a entender el contexto social y cultural de un sujeto o
conjunto. Por mi parte a través de la
lectura especialmente de “La democracia me da Peña: el PRI y sus fraudes” pude
entender algunos aspectos sobre el funcionamiento de la política mexicana, no
puedo hablar de un entendimiento total, pero al menos entender la magnitud y la
importancia de estar informados sobre el tema, si es un conocimiento adquirido.
[1] Efectos Socio-Históricos y Culturales de la Revolución
Mexicana. http://cursoseminariotlamatinime1.blogspot.mx/p/plan.html (Consultado el 15 de Abril de 2016)
*El Estado de
Bienestar es un tipo de pacto social en
donde se estableció un reparto más equitativos de los beneficios y de la
riqueza entre toda la población, En México se asocia con el Estado surgido de
la revolución a partir de Lázaro Cárdenas y hasta José López portillo
(http://historiaestadobenefactor.weebly.com/origen-y-caracteristicas.html)
[2] Barajas Durán, Rafael. La
democracia me da Peña: el PRI y sus fraudes. México, D.F. Editorial El
Chamuco y los hijos del averno.
[3] Arturo Warman. La reforma agraria
mexicana: una visión de largo plazo http://www.fao.org/docrep/006/j0415t/j0415t09.htm (Consultado el 22 de Abril de 2016)
[4] Obtenido del documento 2Unidad2MexII. Historia de México. http://historiasusana.blogspot.mx/ (Consultado el 15 de Abril de 2015)
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