miércoles, 4 de mayo de 2016

Sintesis de la lectura "México frente a la Revolución Industrial en el siglo XXI - por Jeremy Rifkin"


  México se encuentra atrapado en medio de una vorágine económica el cual está amenazando el futuro crecimiento sustentable de la economía global.

  Nuestra civilización está en una encrucijada. El petróleo crudo y otros combustibles fósiles se están agotando y las tecnologías hechas e impulsadas por estas energías son anticuadas. Toda la infraestructura industrial que se desarrolló aprovechando los combustibles fósiles está envejeciendo y se encuentra en mal estado. Dando como resultado un crecimiento en el desempleo de todo el mundo.

  Los Gobiernos necios y consumidores están inundados de deuda y los estándares de vida están disminuyendo. Un billón de seres humanos -casi un séptimo de la raza humana- enfrenta hambre e inanición. Aun peor, se empieza a vislumbrar en el horizonte el cambio climático siendo resultado de la actividad industrial basada en los combustibles fósiles, poniendo en peligro la supervivencia de nuestra propia especie.

  En el verano del 2008 fue el comienzo de la Gran Recesión, los Gobiernos, la comunidad empresarial, y la sociedad civil se han enredado en un constante debate sobre como reiniciar la economía global. Siendo insuficientes las medidas de austeridad y las reformas fiscales, laborales y de mercado, para reiniciar el crecimiento de la economía.

   “¿Cómo haría crecer la economía en las últimas etapas de una gran era de la energía y de una revolución industrial construida sobre ella?” Esta pregunta es importante para México, porque entró tardíamente en la Segunda Revolución Industrial y ahora experimenta el impacto completo de una era económica que está muriendo.

 Lo que México necesita ahora es una narrativa económica nueva y audaz que pueda conducir, y al resto del mundo, a un futuro post-carbón sustentable. 
Encontrar esta nueva visión requiere entender las fuerzas tecnológicas que precipitan las transformaciones profundas en la sociedad.

Las grandes revoluciones económicas en la historia ocurren cuando nuevas tecnologías de comunicación convergen con nuevos sistemas de energía.

Las nuevas revoluciones energéticas hacen posible un comercio más extendido e integrado.

Las revoluciones de las comunicaciones coexistentes administran las nuevas y complejas actividades comerciales que son posibles debido a los nuevos flujos de energía.  En el siglo XIX, el vapor barato impulso la tecnología de impresión, y la introducción de escuelas públicas dio lugar a una fuerza de trabajo alfabetizada con las habilidades de comunicación necesarias para administrar el aumento en el flujo de la actividad comercial que se volvió posible gracias a la tecnología para generar energía basada en carbón y vapor, anunciando la Primera Revolución Industrial. Esta revolución fue liderada por Gran Bretaña.

En el siglo XX, la comunicación centralizada basada en la electricidad –el teléfono, y después la radio y la televisión- se convirtió en el medio de comunicación para administrar una era suburbana más compleja y dispersa dominada por el petróleo, los automóviles y el consumo masivo de la Segunda Revolución Industrial. Los EE.UU. llevaron al mundo a la Segunda Revolución Industrial.

Hoy la tecnología del Internet y las energías renovables comienzan a converger para crear una nueva infraestructura para una Tercera Revolución Industrial (TRI), el cual cambiara la forma en que la energía se distribuye en el siglo XXI.

En la era que viene, cientos de millones de personas producirán su propia energía renovable en sus casas, oficinas y fabricas y compartirán la electricidad verde entre ellos en un “Internet de Energía”.

La instauración de la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial creara miles de nuevos negocios y millones de empleos y colocará la base para una economía global sostenible en el siglo XXI. Sin embargo, como todas las infraestructuras de comunicaciones y energía en la historia, los diversos pilares de la Tercera Revolución Industrial deben ser colocados simultáneamente o los cimientos no se mantendrán.


Esto se debe a que cada pilar solo puede funcionar en relación con los otros.

Los cinco pilares de la Tercera Revolución Industrial son:

            1.  El cambio a energía renovable.

            2.  La transformación del surtido de edificios de cada continente en micro-plantas               de energía para recolectar las energías renovables in situ.

           3. El despliegue de tecnologías a base de hidrogeno y otras tecnologías de                         almacenamiento en cada edificio y por toda la infraestructura, para almacenar               energías producidas intermitente mente.

           4. El uso de la tecnología de Internet para transformar la red eléctrica de cada                     continente en una internet de energía que funcione similarmente al internet                     (cuando millones de edificios generen una pequeña cantidad de energía                         renovable localmente, in situ, podrán vender el excedente de energía eléctrica               verde a la red y compartirla con sus vecinos continentales).

          5. La transformación del parque de transporte a vehículos eléctricos capaces de                  enchufarse y de células de combustible que puedan comprar y vender                            electricidad en una red eléctrica inteligente, continental e interactiva.

Cuando estos cinco pilares se dan cita, forman una plataforma tecnológica indivisible –un sistema emergente cuyas propiedades y funciones son cualitativamente diferentes de la suma de sus partes. En otras palabras, las sinergias entre los pilares crean un nuevo paradigma económico que puede transformar al mundo. México tiene la oportunidad de participar en la Tercera Revolución Industrial.

La tercera Revolución Industrial cambiará de manera fundamental la forma en que el capitalismo funciona en México y en el mundo.

La escala lateral de la Tercera Revolución Industrial permite que empresas pequeñas y medianas florezcan. Aun así,  las compañías globales no desaparecerán. Más bien, cada vez más se transformarán de productos primarios y distribuidores a ser intermediarios. En la nueva era económica, su función será de coordinar y administrar las múltiples redes que mueven el comercio y los intercambios a través de la cadena de valor.

La Tercera Revolución Industrial ofrece la esperanza de que podamos llegar a una era post-carbón sustentable a mediados del siglo. Tenemos la ciencia, la tecnología y la estrategia para hacer que esto suceda. Ahora bien, frente a nosotros se encuentra la pregunta de si México, y el resto de América Latina, reconocerán las posibilidades económicas que tienen por delante y tendrán la voluntad para aprovecharlas.


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