México se encuentra atrapado en medio de una vorágine
económica el cual está amenazando el futuro crecimiento sustentable de la
economía global.
Nuestra civilización está en una encrucijada. El petróleo
crudo y otros combustibles fósiles se están agotando y las tecnologías hechas e
impulsadas por estas energías son anticuadas. Toda la infraestructura
industrial que se desarrolló aprovechando los combustibles fósiles está
envejeciendo y se encuentra en mal estado. Dando como resultado un crecimiento
en el desempleo de todo el mundo.
Los Gobiernos necios y consumidores están inundados de deuda
y los estándares de vida están disminuyendo. Un billón de seres humanos -casi
un séptimo de la raza humana- enfrenta hambre e inanición. Aun peor, se empieza
a vislumbrar en el horizonte el cambio climático siendo resultado de la
actividad industrial basada en los combustibles fósiles, poniendo en peligro la
supervivencia de nuestra propia especie.
En el verano del 2008 fue el comienzo de la Gran Recesión,
los Gobiernos, la comunidad empresarial, y la sociedad civil se han enredado en
un constante debate sobre como reiniciar la economía global. Siendo
insuficientes las medidas de austeridad y las reformas fiscales, laborales y de
mercado, para reiniciar el crecimiento de la economía.
“¿Cómo haría crecer la economía en las últimas etapas de una
gran era de la energía y de una revolución industrial construida sobre ella?”
Esta pregunta es importante para México, porque entró tardíamente en la Segunda
Revolución Industrial y ahora experimenta el impacto completo de una era
económica que está muriendo.
Lo que México necesita ahora es una narrativa económica nueva
y audaz que pueda conducir, y al resto del mundo, a un futuro post-carbón
sustentable.
Encontrar esta nueva visión requiere entender las fuerzas
tecnológicas que precipitan las transformaciones profundas en la sociedad.
Las grandes revoluciones económicas en la historia ocurren
cuando nuevas tecnologías de comunicación convergen con nuevos sistemas de
energía.
Las nuevas revoluciones energéticas hacen posible un comercio
más extendido e integrado.
Las revoluciones de las comunicaciones coexistentes
administran las nuevas y complejas actividades comerciales que son posibles
debido a los nuevos flujos de energía. En el siglo XIX, el vapor barato impulso la
tecnología de impresión, y la introducción de escuelas públicas dio lugar a una
fuerza de trabajo alfabetizada con las habilidades de comunicación necesarias
para administrar el aumento en el flujo de la actividad comercial que se volvió
posible gracias a la tecnología para generar energía basada en carbón y vapor,
anunciando la Primera Revolución Industrial. Esta revolución fue liderada por
Gran Bretaña.
En el siglo XX, la comunicación centralizada basada en la
electricidad –el teléfono, y después la radio y la televisión- se convirtió en
el medio de comunicación para administrar una era suburbana más compleja y
dispersa dominada por el petróleo, los automóviles y el consumo masivo de la
Segunda Revolución Industrial. Los EE.UU. llevaron al mundo a la Segunda Revolución
Industrial.
Hoy la tecnología del Internet y las energías renovables
comienzan a converger para crear una nueva infraestructura para una Tercera
Revolución Industrial (TRI), el cual cambiara la forma en que la energía se
distribuye en el siglo XXI.
En la era que viene, cientos de millones de personas producirán
su propia energía renovable en sus casas, oficinas y fabricas y compartirán la
electricidad verde entre ellos en un “Internet de Energía”.
La instauración de la infraestructura de la Tercera
Revolución Industrial creara miles de nuevos negocios y millones de empleos y
colocará la base para una economía global sostenible en el siglo XXI. Sin
embargo, como todas las infraestructuras de comunicaciones y energía en la
historia, los diversos pilares de la Tercera Revolución Industrial deben ser
colocados simultáneamente o los cimientos no se mantendrán.
Esto se debe a que cada pilar solo puede funcionar en
relación con los otros.
Los cinco pilares de la Tercera Revolución Industrial son:
1. El cambio a
energía renovable.
2. La
transformación del surtido de edificios de cada continente en micro-plantas de
energía para recolectar las energías renovables in situ.
3. El
despliegue de tecnologías a base de hidrogeno y otras tecnologías de almacenamiento en cada edificio y por toda la infraestructura, para almacenar energías producidas intermitente mente.
4. El uso de
la tecnología de Internet para transformar la red eléctrica de cada continente
en una internet de energía que funcione similarmente al internet (cuando
millones de edificios generen una pequeña cantidad de energía renovable
localmente, in situ, podrán vender el excedente de energía eléctrica verde a la
red y compartirla con sus vecinos continentales).
5. La
transformación del parque de transporte a vehículos eléctricos capaces de enchufarse y de células de combustible que puedan comprar y vender electricidad
en una red eléctrica inteligente, continental e interactiva.
Cuando estos cinco pilares se dan cita, forman una plataforma
tecnológica indivisible –un sistema emergente cuyas propiedades y funciones son
cualitativamente diferentes de la suma de sus partes. En otras palabras, las
sinergias entre los pilares crean un nuevo paradigma económico que puede
transformar al mundo. México tiene la oportunidad de participar en la Tercera
Revolución Industrial.
La tercera Revolución Industrial cambiará de manera
fundamental la forma en que el capitalismo funciona en México y en el mundo.
La escala lateral de la Tercera Revolución Industrial permite
que empresas pequeñas y medianas florezcan. Aun así, las compañías globales no desaparecerán. Más
bien, cada vez más se transformarán de productos primarios y distribuidores a
ser intermediarios. En la nueva era económica, su función será de coordinar y
administrar las múltiples redes que mueven el comercio y los intercambios a
través de la cadena de valor.
La Tercera Revolución Industrial ofrece la esperanza de que
podamos llegar a una era post-carbón sustentable a mediados del siglo. Tenemos
la ciencia, la tecnología y la estrategia para hacer que esto suceda. Ahora
bien, frente a nosotros se encuentra la pregunta de si México, y el resto de
América Latina, reconocerán las posibilidades económicas que tienen por delante
y tendrán la voluntad para aprovecharlas.
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